lunes, 23 de septiembre de 2013

HILVANANDO LA VIDA (2)

Dolores era soltera y entera porque no había conocido varón, y Carmen, la madre de Juan, le contaba que Dolores no tuvo nunca novio porque "los de infantería no llegaban y los de caballería se pasaban", o lo que es lo mismo, que los que a ella le gustaban no la pretendían y los que la pretendían no le gustaban a ella. En honor a la verdad, Dolores nunca fue guapa y además tenía fama de mandona, pero eso si, era más buena que el pan bendito.
Dolores, cuando los padres de Mariana murieron, se la llevó a su casa, la crió y la casó y Mariana le correspondió tratándola como a una madre hasta el último día de su vida. La verdad es que Juan nunca la consideró una suegra, quizá por aquello de que era soltera, pero eso sí, la trató siempre como si lo fuera, y cuando ella murió, Juan se puso para su entierro su traje oscuro, su corbata negra y demás complementos de respeto indumentario y le guardó su luto correspondiente junto a Mariana, llevando cosido en el bolsillo de sus camisas un botón forrado de tela negra tal y como hizo cuando murieron sus padres.
Juan había contado una y otra vez a sus hijos,el sentimiento de felicidad y tranquilidad que vivió el día que fue a hablar con Dolores para formalizar su relación de novio con Mariana y cómo,cuando Dolores le dio su consentimiento salió como un rayo a buscar a sus hermanos y amigos para pintar la fachada de la casa de Dolores con azulete,como mandaba la tradición, para anunciarle así a todos los muchachos y a todo el pueblo que Mariana ya estaba comprometida, que ya no se molestara nadie en pretenderla porque sería solo para él.
Dolores le dijo a Juan que lo aceptaba como novio de Mariana porque lo conocía a él y a su familia y que sabía que era un hombre formal, trabajador y buena persona y que esperaba que así lo demostrara y respetara a Mariana hasta el día de su boda, porque Mariana era una muchacha decente y ella quería que se casara como Dios manda.
"Lo bastante que no vivan sus padres, para que tú te portes con ella como un caballero"-le dijo-. Así es que cuando le dio su consentimiento para ser novios lo hizo con muchas normas...De ir todos los días a verla nada, sólo los jueves y domingos.De salir de paseo, solamente los domingos por la mañana y con uno de sus hermanos al lado, y en verano,los dejaba pasear calle arriba, calle abajo, desde una esquina a otra, mientras que ella estaba sentada en la puerta tomando el fresco.
Si bien es verdad que Juan no quería en ningún momento faltar el respeto a Mariana, también es cierto que aunque hubiera estado en su ánimo hacerlo,no hubiera tenido ocasión porque nunca estuvieron a solas.
Menos mal que Carmen, la madre de Juan, iba de vez en cuando a recoger a Mariana a su casa con la excusa de que le cortara un vestido o una camisa, y así Juan podía ver a Mariana algún que otro día suelto entre semana además del jueves. Eso sí, Dolores le puso como condición que Carmen tenía que recogerla y acompañarla al volver a casa.

Lo cierto es que el pobre Juan se las vio y se las deseó para darle el primer beso de novios a Mariana y no pudo conseguirlo antes de un año. Fue un mes de Febrero, el día de San Blas en una candelaria, cuando Juan aprovechó el revuelo de echar ramas de ramón a la hoguera, de pasar la bota de vino para echar un trago, de cantos y de bailes, cuando Juan apartó a Mariana detrás de la gente y la besó por sorpresa. Juan se sintió dichoso porque al fin pudo sentir por primera vez el roce de los labios de Mariana con los suyos.

Dolores se encargaba de que Juan y Mariana no se encontraran nunca a solas. Cuando iba a verla, era su tía quien le abría la puerta y era ella quien lo despedía al marcharse. Y cuando estaban sentados en la mesa camilla, Dolores no se movía de la silla mientras que Juan estaba allí. Es más, cuando Dolores tenía que ir al retrete, le hacía una señal a Mariana con los ojos y ella se salía al patio para acompañarla. Incluso,Dolores ponía a Mariana a hacer punto cuando Juan estaba allí para que tuviera las manos fuera de las enagüillas, o como decía Dolores, de las "senagüillas". Algunas veces Juan estaba tan harto de no poder cruzar una mirada con Mariana, que disimuladamente, le rompía la hebra del ovillo de lana para que ella tuviera que pararse a anudarlo y entonces él aprovechaba para mirarla a los ojos y decirle sin palabras, usando ese lenguaje que nada más conocen los enamorados, que estaba loco por ella, que la deseaba, y que era la mujer más bella del mundo.


CONTINUARÁ...

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