martes, 31 de mayo de 2011

LA GRAN DECISIÓN capitulo 1

     Hasta el día de hoy, no sé donde ha ido a parar el artículo que escribí la semana pasada, pero el caso es que cuando pinché "publicar entrada" en el blog no apareció nada. Me he vuelto loca y he vuelto loco a todo el mundo intentando encontrarlo por algún rincón perdido de la red y como no hay manera de conseguirlo, he decidido que para compensarlo, esta semana  el artículo constará de dos partes.

CAPITULO 1

     Ahora, justo en el momento que empiezas a leer este artículo, cierra los ojos y piensa qué responderías si yo te preguntara: ¿QUÉ GRAN DECISIÓN tomarías en éste momento de tu vida?

     Si fueras la hija de mi amiga Teresa, seguro que me contestarías que sería concretar ya con tu novio si te casas el próximo año, o lo dejáis hasta que tú apruebes esa dichosa oposición.
     Si fueras mi amigo Luís, seguro que me contestarías que sería decidir de una vez por todas si te compras ya el  cochazo que llevas 6 meses viendo, o le haces caso a Ana, tu mujer,  te compras uno más corriente y la diferencia de dinero se la repartes a tus hijos.
     Si fueras el nieto de mi vecina Lola, seguro que me contestarías que sería decidir por fin, si estudias medicina o biológicas, en  caso de que apruebes la selectividad con nota suficiente...

     Pues ahora soy yo quien contesta y te digo que a día de hoy y después de pensarlo muy seriamente durante todo un año, mi gran decisión es.... ¡chantatachan,chantatachan!.....¡¡DEJAR DE FUMAR!!. La  decisión la tomo después de más de treinta años fumando, de los cuales, lo habré dejado en total unos tres años, en periodos de tiempo muy espaciados.

     Huelga decir que me encanta fumar y que el tabaco en mi vida va asociado a toda una serie de recuerdos que me emocionan al evocarlos:
     Las noches en vela en casa de mi amiga Beatriz con la excusa de estudiar, para poder salirnos a la calle de madrugada y así dedicarnos a fumar...
     El calentamiento de cabeza para juntar el dinero del paquete de tabaco -que al principio comprábamos entre cuatro- visitando a  las abuelas, tías, tíos y primas de nuestros padres a las que no visitábamos nunca y que cuando nos veían aparecer nos lo agradecían dándonos unas pesetas o unos duros y que nosotras, por supuesto, aunque habíamos ido a eso, nos negábamos a coger a la primera porque si nuestra madre se enteraba nos esperaba una buena...
     La manera de resover el gran dilema: Quién se llevaba el paquete para guardarlo y dónde podíamos esconderlo para que no nos lo descubrieran en casa...
     El Instituto, cuando los profesores fumaban en clase y los alumnos también podíamos hacerlo si el profesor de la asignatura quería...
     Las largas, larguíiiiiiiiisimas tades de café y tertulia en mi casa comiendo los bizcochos que nos hacía mi madre...
     La perfecta excusa de pedir fuego al niño que te gustaba y no conocías y así poder hablar con él...
     La eterna promesa incumplida de dejar de fumar un mes si aprobaba tal o cual asignatura...

     Y como no... esos cigarrillos fumados todas esas noches  en las que después de acostar a los niños, disfrutabas como nunca de un rato de traquilidad, charla y silencio; esos cigarros fumados en el salón de casa viendo las actuaciones de mis hijos cuando hacian imitaciones, contaban chistes y hacian teatros para nosotros;  esos cigarrillos fumados en el cine de verano después de comernos el bocadillo y beber una gaseosa -comprada en el descanso- mientras veíamos la película;   esos cigarrillos fumados en los desayunos sin prisa de los fines de semana;   esos cigarrillos fumados en las noches de verano tumbados en el césped y mirando al cielo;   esos cigarrillos fumados haciendo confidencias con mis amigos, o discutiendo, o filosofando, o llorando, o contando chistes, o bailando;   esos cigarrillos fumados leyendo  junto a mi idolatrada chimenea, (por cierto, los buenos ratos que me ha dado esa chimenea merecen otro artículo) o simplemente el cigarro que me he fumado mirando como arden cuatro humildes palos;  ese cigarro encendido con las brasas que sujetan las tenazas, (así los encendíamos en la casa de la aldea de mi amiga María ¡que buenos recuerdos María, que buenos!);  esos cigarrillos  fumados después del café ¡impagable dúo el de café +  tabaco!;   esos cigarrillos fumados  mientras hablaba por teléfono con mi madre y le contaba cosas de mis hijos que a ella tanto le gustaba escuchar. Te quiero MAMÁ;   esos cigarrillos  fumados hablando con mi  cuñada para contarnos el último chisme familiar;  esas carreras por el salón buscando el paquete de tabaco cuando me llamaba alguna amiga para contarme la última discusión con su marido;  esos cigarros fumados en las noches de insomnio;  esos cigarrillos fumados en las bodas con mis primos a escondidas;   esos cigarrillos fumados en la madrugada hablando con mis hijos;  esos cigarros fumados en silencio mientras tomaba una decisión importante;  esos cigarros fumados con los ojos cerrados escuchando a Serrat, Aute, Dylan, Simon y Garfunkel, Alberto Cortez...

     Y no puedo acabar este rendido homenaje al placer de fumar sin emocionarme al recordar el intenso olor de los puros que mi padre fumaba y la posición de sus manos mientras lo hacía. Te quiero PAPÁ.




                        Hasta mañana.

2 comentarios:

  1. Precioso, precioso artículo.

    Muy emotivo. Muy sentimental. Grandes recuerdos (grandes, MUY GRANDES). Me has dejado en modo "emotividad on" y ahora tengo que trabajar...

    Yo fumo poquito, como un cigarro al día, y a veces ese cigarro es tan especial (otras veces no, claro).

    Un fuerte abrazo.

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