lunes, 14 de octubre de 2013

HILVANANDO LA VIDA (3)

La familia de Juan remanecía de La Carolina y sus padres se fueron a vivir a Baños de la Encina cuando se casaron, que fue cuando su padre se hizo cargo de la finca de Don Fernando López de Medina y Oriol, un afamado abogado de Madrid y gran aficionado a la caza, que organizaba una montería tras otra cuando se abría la veda. El padre de Juan era conocido como Carlos "el alemán", por aquello de que su apellido era Smith y pertenecía a una buena familia venida a menos que tuvo un buen capital en sus tiempos, pero que el abuelo de Juan, un tipo pasional y singular, se encargó de fundirse primero a manos llenas y luego a las vacías, como si de un aristócrata millonario se tratara. El caso es que a Carlos "el alemán" ya no le llegó ni el aroma del patrimonio familiar y tuvo que ponerse a trabajar en el campo para poder vivir. Aún así, él seguía dando muestras de haber pertenecido a una familia de bien. Era un hombre extremadamente educado cuyos ademanes reflejaban cierta elegancia y sobriedad y a quien jamás escucharon una voz más alta que otra, ni lo vieron faltar a su palabra.

Cuando Juan y Mariana se casaron tuvieron una buena boda. Fueron dos días de celebración en los que no faltó el vino y se mataron varias gallinas y pollos de los que Dolores y Carmen dieron buena cuenta, preparando un caldo y una buena pepitoria. Además en el convite no faltaron los pasteles acompañados de vino dulce y anís. De la música se encargó Jesús "el largo", que era íntimo amigo del padre de Juan y que sabía tocar el acordeón.
El viaje de novios lo hicieron a Málaga porque allí vivían unos tíos de Mariana.
Se fueron en tren y estuvieron allí tres días en los que no pudieron ni dormir juntos porque la casa era una "casita mata" de dos dormitorios en los que tenían que repartirse el matrimonio y sus seis hijos, así es que, compartieron colchón y habitación con sus tíos y primos. Lo mejor de todo fue ver el mar por primera vez en su vida y hasta se montaron en el barco de pesca en el que su tío trabajaba de cocinero. A decir verdad no descansaron ni durmieron mucho, porque Mariana estuvo ayudándole a su tía con la costura y Juan estaba nervioso y deseando de llegar a su casa para poder hacer por fin uso del matrimonio.

A Juan y Marina le pusieron cama en la casa de Dolores y vivieron con ella hasta que falleció. Al venir del viaje de novios, el padre de Juan le entregó una Yunta de mulos para que pudiera echar jornales en el campo y ganarse así la vida, y le dijo:
"No olvides nunca que la Naturaleza sabe cuidar de sí misma, pero hay que dejarla tranquila y no atacarla".

Después de nacer sus tres hijos varones vino la niña, y a Mariana, ya llevaba tiempo rondándole por la cabeza la idea de emigrar fuera de Baños durante unos años para darle un mejor futuro a sus hijos. Un futuro que contemplara la posibilidad de poder elegir otro futuro que no fuera el campo para sus hijos y la casa y la costura para su hija.

Mariana siempre decía que esta vida es como un traje en el que los patrones ya nos vienen cortados, nosotros los
vamos hilvanando con nuestro comportamiento y Dios o el destino echan los pespuntes y los apuntan hasta que se acaba de coser el vestido el día de nuestra muerte. Para Mariana este era el momento de transformar el patrón de sus vidas por ellos mismos, de cambiar estos hilvanes por otros, aún con el riesgo de que en el hilo de la vida apareciera algún que otro nudo que tendrían que deshacer con mucho cuidado para no romper la hebra.


CONTINUARÁ...

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