lunes, 22 de abril de 2013

ANTES MUERTOS QUE SIN MÓVIL

Lo del invento del móvil me parece realmente uno de los más útiles que puedan existir. Tener la posibilidad de comunicarte con alguien estés donde estés en una situación de desamparo, poder enviar un mensaje con determinada información y no tener que desplazarte para llevar esos datos, poder localizar a quien necesitas a la hora que quieras, tener una agenda, una calculadora, un cronómetro, un despertador, una cámara de fotos, una cámara de vídeo, un álbum de fotos, un reloj, un calendario, una radio, un recetario de cocina, un álbum de música, tu correo electrónico, acceso a internet... -y un montón de aplicaciones más que no nombro porque ni las conozco- y todo dentro de un pequeño aparato que puedes llevarlo en una sola mano, manejarlo con un dedo y que puedes usarlo en cualquier lugar del mundo, que te cabe en un bolsillo o que puedes llevarlo colgado,¡No me digáis que no es genial!.
Pero como pasa siempre, nosotros nos encargamos del buen o mal uso de los grandes inventos de la historia de la humanidad y de que ese uso no afecte ni sustituya las relaciones humanas, cada vez más necesarias para todos en los tiempos que corren.

Y de eso va precisamente el artículo de hoy, porque hay personas que han hecho del teléfono móvil su "apéndice personal", que permanecen pegados al móvil como si de una prolongación de si mismos se tratara y que lo utilizan cuando duermen, cuando comen, cuando conducen, cuando van al baño, cuando estudian, cuando se duchan, cuando cocinan, cuando salen de copas, cuando conversan con alguien, cuando ven la tele, cuando van al cine, cuando van al médico, cuando están con sus amigos y lo peor de todo: cuando les hablas.


Cada día con más frecuencia soy testigo del triste espectáculo que se produce entorno a los móviles. Ayer salimos a tomarnos una cerveza a la hora del mediodía (bueno,lo de una es un decir) y elegimos un sitio fuera del pueblo porque tiene mesas al aire libre y disfrutas de una agradable rato sólo con mirar el paisaje que te rodea. Como era un día particular, a eso de las dos de la tarde empezaron a servir el menú del día en diferentes mesas y era evidente que eran grupos de trabajadores que habían ido juntos a comer. En un determinado momento me quedé observando y el panorama era el siguiente: Había seis mesas ocupadas, una era la nuestra, otra una familia con sus hijos y los abuelos que tapeaba y charlaba animadamente y las otras cuatro mesas eran de compañeros de trabajo que estaban esperando a que les sirvieran los platos, pero todos sin cruzar una palabra entre ellos porque todos estaban con el móvil delante escribiendo, o leyendo, o mirando algo en la pantalla. Es más, incluso el camarero tuvo que repetirle a alguno más de una vez el menú, porque ni tan siquiera fueron capaces de dejar de usar el móvil para escucharlo. Pero no estoy hablando de adolescentes o niñatos mal educados no, no, estoy hablando de señores trajeados y con corbata, de treinta años para arriba y de señoras con bolsos de marca y zapatos de tacón. Yo realmente "me puse de los nervios" y lo comenté en nuestra mesa porque era curioso que aún con el plato delante y comiendo, algunos de ellos tenían el teléfono a su derecha y dejaban de comer para escribir o leer mensajes. Después pagaron la cuenta, se montaron en el coche y continuaron de nuevo con sus teléfonos.,
Lo siento, pero es que yo sigo perteneciendo al club de los que sentarse a la mesa y compartir la comida, además de un placer tiene un carácter sagrado.

¡Por favor! no me digáis que eso es normal, ni es tener un mínimo de buena educación y buenas maneras en la mesa. Esos ratos relajados de la comida son los mejores para compartir una conversación agradable, o exaltada, o relajada, o para disfrutar del silencio, o para mirar el paisaje, ¡da igual! pero siempre son útiles para desconectar y marcharte de nuevo a tu puesto de trabajo despejado y con un estado de ánimo diferente del que tenías cuando has salido después de toda la mañana trabajando.

Pero es que el otro día en la gasolinera más de lo mismo. Nosotros llenando el depósito, varios coches repostando y en cada uno de ellos tres o cuatro ocupantes, todos teléfono en mano, sin cruzar palabra entre ellos y otros sonriendo o riendo por separado, con el móvil delante de sus narices. Realmente el cuadro era deprimente, porque nadie se inmutó de su asiento para estirar las piernas o para ir al baño, o a comprar un refresco. Parecían autómatas dirigidos por control remoto que estaban programados para dejar de relacionarse con las personas que los rodean y ser sólo usuarios de móvil. Para nada se asemejaban a seres humanos que comparten el pequeño habitáculo de un coche, que son amigos o familia y que van juntos de viaje. Es sorprendente ver como estando tan cerca físicamente, están tan lejos como para no cruzar ni una palabra, como para no escucharse.
Yo no entiendo que se dediquen a mandar mensajes con el móvil a los que tienen lejos y no hablen con los que tienen al lado.

Para mi son inolvidables los recuerdos de cuando íbamos de viaje con los niños y nos pasábamos todo el camino jugando a "VEO VEO", o sumando mentalmente las matrículas de los coches que nos adelantaban, o inventando CUENTOS, o encadenando CANCIONES, o escuchando y cantando la música de las series de DIBUJOS ANIMADOS, o jugando a acertar el modelo de coche que nos iba a adelantar o jugando a los TRES EN RAYA, o a contar cosas de cuando nosotros éramos pequeños, o a comentar la historia de las ciudades por las que pasábamos, o a disfrutar del paisaje. Pero claro, entonces lo primero era que no teníamos móviles y lo segundo es que luego, cuando salieron, no los usábamos para otra cosa que no fuera hacer llamadas y que fueran necesarias.
¡Cómo olvidar las excursiones y viajes con el colegio o el instituto cuando no teníamos móviles! Entonces, nos dedicábamos a cantar una canción tras otra todos juntos o con los profesores, y a gastarnos bromas o a saludar al conductor que acabaría el pobre de nosotros hasta las narices. Ahora ya no es lo mismo porque los niños se acoplan en su asiento, se colocan sus cascos para oir música de su móvil o su MP3, y para colmo, con el volumen que se le escucha a medio metro de distancia de ellos, por lo que el autobús se convierte en un gallinero sin voces humanas, sólo con diferentes ruidos de fondo que suenan estridentes porque son la mezcla de diferentes canciones y músicas a todo volumen.
Lo siento pero no me gusta ese espectáculo de individualismo colectivo. Me gusta oir a la gente, escuchar a la gente, hablar, cantar y reir con ellos, vivir las experiencias únicas que proporciona el contacto humano y la relación entre las personas. Me gusta compartir mi refresco o mi bocadillo hablando con el de al lado, me gusta cantar a "grito pelado" en el coche con los que me acompañan y escuchar en el autobús o en el tren la conversación de los que está sentados delante o detrás de mí, me gusta escuchar la radio cuando viajo y comentar las noticias, me gusta disfrutar del silencio mientras viajo y dormirme mirando el paisaje. ¡Dios mío!,¡Cuantas confidencias se han hecho en el trayecto de un viaje!.

Por eso ahora, cuando veo el triste espectáculo del "esimismamiento telefonil" me indigno al ver esas criaturas que no son capaces de valorar y disfrutar los buenos momentos que se comparten cuando te relacionas con los que te rodean, lo que puedes aprender, lo que te puedes reir, lo que puedes llorar y lo bien que te puedes sentir. Seguro que muchos de ellos, hasta hacen cursos y leen información sobre cómo mejorar las habilidades sociales. Pues todo se quedará en teoría, porque la práctica la desarrollan poco si cuando están con los demás se dedican a enchufarse al móvil...

Por eso me gustaría reivindicar desde aquí, el uso racional y lógico del teléfono móvil, para que no caigamos en la trampa que nos han tendido haciéndonos creer que es un compañero, un confidente, un amigo, o una parte más de nuestro cuerpo que necesitamos para vivir. Para que coloquemos nuestro móvil en el sitio que le corresponde en la vida por ser lo que es y por servir para lo que sirve y para que el móvil no sustituya nunca a ninguna persona con la que poder charlar un rato, ni supla nunca un momento de reflexión o creatividad en nuestra vida. Y tiene narices que no sean capaces de cruzar una palabra con el compañero que tienen al lado y estén chateando por el móvil con gente de otros países que ni saben quienes son realmente.

He visto escenas tan ridículas en el súper como a un muchacho cogiendo los productos de las estanterías, mientras que alguien al otro lado del teléfono le iba diciendo lo que tenía que comprar. He escuchado como un padre llamaba por teléfono para preguntar que si le compraba o no una bolsa de gusanitos al hijo que llevaba de la mano. He visto como se le hacía una foto con el móvil a un determinado producto para después llamar y preguntar si es ese o no el que tiene que comprar...He padecido como no me han contestado al saludar o decir adiós por la calle, sencillamente porque han ido andando y mirando el móvil y no se han percatado de mi presencia. Bueno, por lo visto ya no somos capaces de tomar las más mínima decisión sin hacer una llamada de teléfono. Pues entonces no me explico yo como comprábamos antes de tener teléfonos móviles, porque toda la vida de Dios, cuando nos equivocábamos en la compra o se nos olvidaba algo, pues íbamos a cambiarlo o nos costaba otro viaje para comprar lo olvidado, o directamente lo llevábamos apuntado.
Digo yo que las palabras están para explicar las cosas claramente y que no lleven a confusión y digo yo que no se puede ser tan económico con el lenguaje a la hora de explicar lo que quieres que te compren, ni tan torpe al escuchar como para no enterarte de lo que te han encargado.
Y es que pienso que esta pasión por economizar letras al escribir mensajes en los móviles,también se ha extendido a economizar palabras al hablar y tiempo para escuchar. Y creo que aquí ya no se concentra más de uno cuando le hablas porque sabe que si no se entera no pasa nada, que si luego no se acuerda de lo que le has dicho o le has encargado no pasa nada, porque siempre les queda el móvil para preguntartelo de nuevo y hacen de esto un hábito de comportamiento.


No soy adivina, pero sí que apostaría y creo que ganaría si afirmo que vosotros, mis lectores, no sois de los del apéndice telefonil. Y esto lo digo porque está claro que si os molestáis en leer mis artículos, en hacer comentarios y en dedicar un poco de vuestro tiempo a compartir lo que yo escribo, os interesa algo más en la vida que vuestro teléfono móvil. Me han dicho más de una vez que cómo tengo valor a crear un blog para que la gente lea, si ahora lo que "pita" son las imágenes, con poca letra y grandes para que la gente no se aburra y no le dé pereza leerlas. Pues ya veis, vamos contracorriente, yo escribo y vosotros me leéis ¡y no me digáis que no nos lo pasamos bien y disfrutamos!.

Por eso yo seguiré aquí, hablando con vosotros, hasta que vosotros queráis que esté. ¡EA!, y hoy os mando un besito, que nunca os lo había mandado.






Hasta la próxima semana.

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