A mis años, aún no entiendo la liturgia del éxito; ni que haya gente que para conseguirlo, se deje lo mejor de la vida en el camino, ni que haya personas que vivan sólo para alcanzarlo, aún a costa de dedicarle el tiempo que muchos mortales, entre ellos una servidora, le dedicamos a otros placeres.
No sé aún si el éxito está relacionado con una patética busqueda del triunfo social o personal, o de la explosiva mezcla de ambos, pero lo cierto es que cuando el trabajo se convierte en una enfermiza carrera hacia el éxito, que sólo tiene como objetivo la ambición pura y dura y se forja en la débil base de la proclamación del EGO absoluto, entonces, en ese momento, carece de sentido la vocación profesional y la calidad de vida.
No llego a comprender a aquellos que se sienten tan fascinados por la idea de conseguir el éxito, que organizan su vida, y peor aún, la de los demás, en función de conseguir esa medalla del éxito, que en muchos casos les deja una secuela en su cerebro tan intensa, que no son capaces de curarsela nunca.
Soy de las que piensan que debemos de formar a los jóvenes como futuros profesionales competentes, con aspiraciones, con espíritu de superación y con deseos de éxito en su futuro trabajo. Es bueno que luchen por conseguir la recompensa a sus esfuerzos con un trabajo bien hecho y que se empeñen en ser EL MEJOR. Es bueno que sepan que tienen algo positivo que ofrecer a los demás y que crean en la colaboración y no en el individualismo. Eso no es nada malo, siempre que no se traspasen los límites de la honestidad propia y ajena. Lo que no es bueno, es convertir la competencia en un sistema de vida para alcanzar el éxito.
Me encantan los profesionales que reconocen sus errores, que piden opinión a sus compañeros, que no tienen reparo en mostrar sus flaquezas, que respetan al contrario y que halagan el trabajo de los demás.
El problema aparece cuando se educa en METAS y no en VALORES.
Precisamente esto es lo que creo que es el origen de la lucha enfermiza por el éxito.
Porque los valores motivan y nos hacen no perder el norte.
Porque los valores refuerzan nuestra integridad y nos marcan el límite.
Porque los valores no tiene fecha de caducidad.
Porque los valores son válidos SIEMPRE, independientemente de la nacionalidad, las ideas políticas o las creencias religiosas.
Porque la generosidad, la honestidad, la solidaridad, el respeto, la lealtad, la fidelidad, la sinceridad, la humildad, la honradez, la coherencia, la dignidad, o el espíritu de sacrificio, son el timón que nos conduce en esta cada vez más complicada existencia.
Conozco a reconocidos profesionales de éxito, que no saben lo que es contarle un cuento a sus hijos, ni jugar con ellos, ni ir a una tutoría del colegio, ni ir al teatro de fin de curso, porque no podian dejar su trabajo, no tenian tiempo. Que se han esperado trabajando hasta que sabian que sus hijos estaban en la cama durmiendo porque "no tenian gana de aguantar niños" después de estar 12 ó 14 horas en su despacho. Que han motivado a sus hijos en los estudios, ofreciendoles motos o coches, si aprobaban el curso. Que han alardeado delante de sus hijos de que su éxito es conseguir ese pedazo de casa, o ese cochazo, o esa imponente mujer florero, que utiliza para exibir en cenas y reuniones como otro fruto más de su éxito y demostrar con ello su felicidad, que no puede ser más fingida.
Yo los observo, los escucho, y con una estúpida conversación de fondo que habla de trabajo y más trabajo, proezas profesionales que adulan el ego constantemente, viajes, chicas de servicio, marcas carísimas y tiendas que no he pisado ni creo que pueda pisar en mi vida. Yo, delante de una copa de vino de reserva y una cena exquisita me digo:
¿Esto es el éxito? Pues quedatelo tú, porque yo me quedo con mi copa de vino de Mercadona, mi tortilla francesa y mis laticas de mejillones de oferta, pero rodeada de los que quiero y me quieren y de lo que tengo y quiero y eso sí, con mi dignidad invicta.
Termino este articulo con algo que leí el otro día a propósito del éxito y me encantó:
"Quizá el éxito esté relacionado con la gente que te saluda y te dice adiós sonriendo o con tu equilibrio, o con la cantidad de gente que te recuerda cuando no estás o con levantarte feliz cada día, o con disfrutar de lo que tienes, o quizá con creer en tí"...
SABIAS PALABRAS
Hasta la próxima semana.
Hola Mari Carmen, ya te echaba de menos. Me ha gustado tu reflexión sobre el éxito, estoy de acuerdo contigo.
ResponderEliminarBesos. Lina
Pero que bien escribes!!!
ResponderEliminarSigue que me encanta leeerte.
Besos
Carmen