Hace frío, mucho frío, pero este frío es del bueno, del que se combate bajo una suave manta, o alrededor de un avivado brasero, o junto a la acogedora llama de la chimenea, o rodeada por una cálida piel...
A este frío no le temo, al frío que yo le temo es al que puede nacer dentro de cada uno de nosotros,
a ese que congela la esperanza y paraliza el amor del corazón,
a ese que enfria los abrazos y hiela los besos,
a ese que es capaz de traspasarnos el alma hasta dejarnos insensibles ante el prójimo,
a ese que cuaja las emociones y gangrena el espíritu,
a ese que aniquila las defensas afectivas que todos llevamos dentro, hasta hacernos inmunes a la solidaridad y la compasión,
a ese que nos escarcha la generosidad y nos deja gélidos ante la desgracia ajena.
Ese frío es infernal y sólo podemos combatirlo con enormes mantas de afecto hacia los demás.
Hasta la próxima semana.
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