Érase una vez una linda muchacha que vivía feliz en el campo con su papá, su mamá y sus dos hermanitas. Su nombre era Valentina y adoraba a los animales. Su padre tenía una granja con gallinas, ovejas, caballos, patos y conejos y a Valentina le gustaba mucho jugar con los perros y gatos que estaban todo el día correteando por la granja. A todos y cada uno de ellos les había puesto un nombre y los conocía perfectamente. Pero había unos pequeños animalitos a los que Valentina adoraba,LAS MARIQUITAS. El hecho de ser tan pequeñas, y con ese color rojo intenso lleno de diminutos lunares negros, era algo que las hacía muy especiales para ella.
Valentina quería tener mariquitas, muchas mariquitas, para jugar con ellas y cuidarlas y las buscaba en el campo sin cesar,pero no las encontraba.
Por las tardes, cogía su lata con tapadera y salía a buscarlas por todos los rincones del campo. Pero nunca encontraba ninguna y se enfadaba, y le preguntaba a su madre, que porqué ella, que tanto deseaba encontrar mariquitas no las veía si estaba un montón de horas buscándolas sin cesar.
Tanto deseaba Valentina encontrarlas, que se había convertido en un sufrimiento para ella. Era lo que más deseaba en este mundo, lo único que le faltaba para ser feliz: Coger mariquitas y llenar su lata.
Un día, Valentina pidió permiso a sus padres para salir a buscar mariquitas a los campos vecinos, ya que no las encontraba en el suyo. Tal era la preocupación y la angustia de Valentina por encontrarlas,que sus padres decidieron darle permiso y dejarla que cada tarde saliera un rato por los campos de alrededor a encontrar sus ansiadas mariquitas.
Valentina salió durante varios días a buscarlas, pero no las encontró en los campos de alrededor.
Una tarde, Valentina salió como cada día a buscar mariquitas por su campo.
Se recorrió cada rincón, levantó piedras, ramas y troncos y acabó tan cansada, que se sentó a descansar un poco y se quedó dormida encima de un montón de hierba que había en el prado. Pasó un rato y cuando se despertó se dió cuenta de que tenía todo el cuerpo, sus manos, sus piernas, su falda, su cara...todo lleno de mariquitas. ¡¡¡Valentina no se lo podía creer!!!.
Todo este tiempo había estado buscando las mariquitas desesperadamente... hasta se había ido a los campos de alrededor a buscarlas, y resulta que las tenía allí mismo, al lado de su casa y NO ERA CAPAZ DE ENCONTRARLAS, NO LAS VEÍA AUNQUE LAS BUSCABA SIN CESAR.
Valentina por fin pudo disfrutar de sus mariquitas y ver cumplido uno de los deseos que más feliz la hacían en la vida.
Esto os enseñará queridos niños y niñas, que en la vida muchas veces los mayores, tenemos a nuestro alcance aquello que buscamos para ser felices y que nos ponemos tan obsesionados por encontrarlo, que no somos capaces de verlo.
Hasta la próxima semana.